martes, 9 de julio de 2013

Algodón de azúcar (para detener hemorragias de agujeros negros).

“Ahora tenía claro porque me sentía así: no se había ido la persona que más había querido, se había ido la persona que más me ha querido.”

Albert Espinosa.

Intento transformar doscientas lágrimas por ojo
en unas cinco palabras por línea
para que tengan sentido
(de ida para no volver)
incluso para alguien.

Pero nada es suficiente,
si mi mente es declarada zona catastrófica
porque cada pensamiento
es doblar la esquina
sin salir de casa
y que no estés.

Tan absurdo 
como intentar taponar
con algodón de azúcar
los agujeros negros
que nos abre la vida
al disparar
con los ojos cerrados

   -no nos mata por error de cálculo,
                                         pero en cada disparo
                                                               se lleva algo de nosotros-


para que,
entre tanta amargura,
durante diez minutos al día
podamos tener seis años de nuevo
y seguir dando vueltas en el tiovivo.

Día a día,
me extraigo las balas:
manos que me faltan,
miedos que me sobran,
y prometo no ponerme tan a tiro.

Pero la vida nunca promete dejar de disparar,

por eso siempre he querido de más
para compensar echar tanto de menos.

Intento transformar doscientas lágrimas por ojo
en unas cinco palabras por línea
para escribirte con la tinta más bonita del mundo
de la forma más estúpida posible…

que no me olvido de ti.



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