miércoles, 10 de abril de 2013

Me rompiste los esquemas.

Para tí, 

que me cuidas como un hermano.


Yo ya había cubierto ese vacío con sueños de niña pequeña
y tú te hiciste sitio en ellos,
en silencio,
sigiloso
como el viento que arrastra las hojas del otoño.

No te conocía, y al día siguiente, sin ti, ya no podía caminar.

¿Recuerdas?

Me agarraba de tu mano en silencio,
mientras mis ojos te gritaban “no me sueltes nunca”.

Aún no sé que pasó esa tarde,
si se alinearon los planetas o directamente dejaron de girar,
pero cuando tus palabras me alcanzaron,
me inundaron con la fuerza de las olas,
chocando contra mis ideas preconcebidas,
erosionando mi mundo gris
y transformándolo en un arcoiris de colores que ni tan siquiera conocía.

A veces me indigno,
porque no llamaste al timbre a ver si estaba,
te deslizaste por debajo de la puerta sonriendo,
como se cuela el 29 de febrero en el calendario.

Me caíste encima,
como la manzana en la cabeza de Newton,
y cuando te sujeté entre mis manos,
me di cuenta de que eras la solución de mis problemas,
pero también la incógnita de otros muchos.

¿Te has visto sonreír?

Al lado de esa sonrisa,
el amazonas no es belleza.

Recojo las gotas de lluvia para que hagan de espejo,
porque el cristal se ha roto en mil pedazos de impotencia,
no hay reflejo que te haga justicia.

No eres de este mundo,
y por más que hago palanca no encajas.

No deberías permanecer aquí,
posible presa de los desengaños de la vida…

Sigues guardando sueños bajo la almohada
para que te los cambien por realidades
y no miras debajo de la cama por si te lleva el coco,
negándote a creer que bajo la almohada también hay pesadillas
y que debajo de la cama solo hay mierda.

Sigues intentando atrapar el océano con las manos,
mientras yo me empeño en sustituirlo por charcos sucios
para que puedas guardarlo en peceras de plástico.

Sigues volando por las calles,
echando carreras a los cantos que ruedan por el suelo,
y parándote en seco cuando me encuentras
para que crea que llevo ventaja.

Eres el arnés que me salva de caer,
la cuerda floja sobre la que me tambaleo
y la soga que me ahorca.

Eres tan libre,
que contigo tengo la sensación
de que aunque te ate con mil nudos,
te irás,
de que en cuanto deje de mirarte y me descuide,
desaparecerás.
Y entonces la que desapareceré seré yo.

Por eso,
las lágrimas secuestraron a la confianza,
y como rescate:
arañé tu forma de ser
y te puse el listón a la altura del infinito.

Y tú,
lejos de pagarme con la misma moneda,
esperabas pacientemente a que recobrara la cordura,
dejándome siempre un rastro que seguir.

Ahora me doy cuenta de que:
si me giro, ahí estás,
si huyo, vas detrás,
siempre duermes con un ojo abierto y otro cerrado
y como un guardián entre el centeno,
vigilas que no me caiga al precipicio.

Eres tan increíble que parece magia,
por eso nunca digo las palabras mágicas en voz alta,
para que nadie conozca el truco
y para que la inquisición viva en la ignorancia.

Deberían conocerte para entenderlo,
para maravillarse de cómo coses heridas sin agujas,
para emocionarse cuando tocas sin las manos.

Pero no se atreven.
Prefieren seguir uniendo puntos,
en vez de salirse del papel.

Y yo me he salido del papel,
lo he convertido en avión,
me he subido en él
y he despegado por la ventana.

Porque contigo.
no hay normas que valgan:
puedes destruirme en un segundo
y al siguiente intentar reconstruirme con tiritas de colores.

Contigo no hay repeticiones,
ni cimientos sólidos.
Contigo, hago un castillo de naipes sobre arenas movedizas.

Eres un trilero,
de esos de la calle,
que esconden un tesoro
y engañan a la gente.
Pero a mí ya no me engañas,
es cuestión de pose,
por dentro eres más blando
que los que lloran con titanic,
y tú eres el tesoro:
te escondes de ti mismo.

A veces eres mi diciembre triste,
o mi mayo enfadado.
A veces te sonrío en noviembre
o te lloro en año nuevo.

Un año llegaste,
sin avisar,
y me rompiste todos los esquemas,
dibujados por el tiempo.

Y yo sola aprendí a quererte así,
como te quiero ahora,
aunque a veces tenga miedo.

Siempre me dejo un  abrazo en el tintero, así que hoy abraza muy fuerte estas palabras. 

lunes, 8 de abril de 2013

G(a)rito azul oscuro.

En la vida he leído poesía si no era por “obligación” y siempre he sido más de ciencias que de letras. Nunca me ha importado si las palabras riman o no, si está escrito en verso o en prosa, en una servilleta o en papel de wáter. Pero últimamente miro de reojo a la poesía por malas influencias y no podía decir que no a este plan tan malvado:


Un bar donde recitan poesía: Diablos azules.
(¿Desde cuando su infierno está cianótico, Satán?).

Para empezar con buen pie, la voz ronca del buen poeta Carlos Salem (¡¡qué voz!!) se vierte en el micrófono y nos encandila los oídos y el alma con sus versos. Después, uno a uno, las nuevas adquisiciones del averno, jóvenes que han empleado las nuevas tecnologías como sumidero de pensamientos y sentimientos, van subiendo al escenario. A algunos les tiembla la voz y otros parece que llevan su vida en escenarios, unos en verso, otros en prosa, unos con el poema preparado en un papel y otros en i-phones y i-pads. Cada uno a su manera y como mejor sabe, desafía a la (des)vergüenza de diseccionarse lo más profundo allá arriba, delante de desconocidos. Sólo por eso merecen respeto (y un aplauso). Con distintas voces, en sus palabras y en tu vaso se acaban mezclando el amor, la tristeza, los gritos, las miradas, las despedidas, la primavera, el sexo, el silencio… los recuerdos, y a veces, hasta te sabe mal reconocerte en los sentimientos tristes que destila ese micrófono, pero no puedes dejar de beberte hasta la última sílaba (y si gustas, unas cervecitas entre medias). Y entre tanto alumno, algún maestro: poetas ya curtidos en batallas, con libros de poemas publicados o a punto de ver la luz.

 Desde mi punto de “oída”, estos jóvenes poetas (y ya no hablemos de los no tan jóvenes), escriben “que te cagas”, pero para mí la calidad de sus escritos no está sólo en las florituras que puedan hacer en las frases, si no en que expresan lo que sienten y lo que, seguro, muchas veces ocultan.

Para mí eso es la poesía, expresar en una hoja lo que tu miente piensa pero tu boca calla.

Y en este sitio, la poesía corre por cuenta de la casa.

Cada martes poesía en grandes dosis.
Próxima reunión de tuitpoetas, prevista para el sábado 20 de abril.

Diablos, posiblemente, pero ese lugar de infierno no tiene nada, allí el tiempo se congela en medio de Madrid, y eso es difícil de conseguir.

Entre Bilbao y Tribunal, un garito azul-oscuro (que por dentro es rojo) donde la palabra “follar” hasta suena dulce.

Uno de los mejores sitios en los que he estado. Volvería una y mil veces.
Y si es acompañada por buenos amigos mejor. ;)

Por cierto, si os preguntáis si leí, no lo hice, pero todo se andará:
caminante no hay camino, se hace camino al andar.

  Os dejo un vídeo de youtube de Carlos, para que escuchéis su indescriptible voz:

miércoles, 3 de abril de 2013

Agujeros negros en el sol.

Cada mañana, aguardas tras la puerta sabiendo que una vez más te dejaré entrar, sin llamar ni una vez, ni dos -aunque siempre seas cartero de malas noticias- porque sabes que tienes entradas preferentes para destrozarme. No necesito asomarme a la nada para saber que eres tú: el tintineo de mi alegría antes de despedazarse -como el  tintineo que hacen los vasos, dudosos, antes de romperse por haber caído al suelo- me anuncia a gritos tu llegada. Abres agujeros negros en el sol y humillas a las flores, dejándolas insuficientes, inservibles, ínfimas. Yo, una vez más, me disfrazo el corazón sabiendo que es inútil porque siempre lo encuentras y lo aniquilas.

Cada noche, castigas a la luna de espaldas al firmamento y te eriges dueño de mis sueños, diluyéndome en pesadillas. No sé si serás tú el primero en disparar o seré yo la primera en rendirse, en un duelo injusto en el que hasta mi vida apuesta a tu favor. Pierdo, pierdo, pierdo, nunca dejo de perder… y como premio de consolación, me ofertas barra presa de amargura hasta altas horas. Me convences, y en el momento en el que ya no distingo entre pena y dolor, me traicionas de nuevo y te marchas, sabiendo que estoy atada a ti, abriéndome los ojos para dejar entrar a las oportunidades demacradas, al arrepentimiento feroz, a las lágrimas saladas.

Así pasan los años, yo al borde de precipicios y tú impidiéndome saltar.
Así pasa la vida, tú desplumándome las alas y yo, aún así, intentando volar.

Siempre tú y yo. Siempre yo y tú.

Y no sé de qué me extraño ni qué te reprocho,
si te quedaste a mi lado, ocupando su sitio,
si fuiste lo único capaz de llenar el vacío que dejó al marcharse, tan grande y tan oscuro.

Tú, tan intangible y a la vez tan real, miedo.